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¿Conoces la importancia del yodo en la salud y el desarrollo humano?

El yodo es un mineral vital para el correcto funcionamiento del organismo, y su incorporación a través de la sal es una estrategia de salud pública clave para prevenir trastornos graves.

Seguramente más de una vez has visto en el envase de sal la leyenda “sal yodada”, pero pocos conocen la importancia real de esta simple medida. La adición de yodo a la sal de mesa no es un capricho, sino una política global con impactos profundos en la salud pública.

¿Por qué es tan importante? Porque el yodo es un elemento esencial que nuestro cuerpo no produce y cuya carencia puede generar severas consecuencias físicas e intelectuales.

El yodo: un mineral pequeño con funciones enormes

Naturalmente presente en el agua de mar y en algunos suelos, el yodo llega a nuestra dieta a través de plantas y animales. Sin embargo, no todas las regiones tienen la misma disponibilidad de este mineral, lo que puede hacer insuficiente su consumo solo a través de los alimentos. Aquí es donde la sal yodada cobra protagonismo como una fuente accesible y segura.

El yodo cumple un papel fundamental en la producción de hormonas tiroideas —como la tiroxina y la triyodotironina—, que regulan procesos vitales del cuerpo humano. Estas hormonas, generadas por la glándula tiroides (ubicada en el cuello y con forma de mariposa), son esenciales para:

  • Controlar el metabolismo y los niveles de energía celular
  • Regular la frecuencia cardíaca y la temperatura corporal
  • Influir en la digestión, la contracción muscular y el mantenimiento de la piel
  • Favorecer la fertilidad y el correcto desarrollo del sistema nervioso

Además, el yodo es clave para el desarrollo neurológico durante la gestación y los primeros años de vida, por lo que su consumo adecuado en mujeres embarazadas y niños es especialmente crítico.

Las consecuencias de una deficiencia de yodo

Cuando el cuerpo no recibe suficiente yodo, la tiroides intenta compensar aumentando su tamaño, provocando una afección conocida como bocio. Pero los riesgos van mucho más allá: la carencia crónica de este mineral puede desencadenar hipotiroidismo, retrasos en el desarrollo intelectual, hipertrofia tiroidea e incluso cretinismo, una condición irreversible que afecta el crecimiento físico y cognitivo.

Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se recomienda una ingesta diaria de entre 150 y 200 microgramos de yodo. Sin embargo, alcanzar este nivel solo con la dieta puede ser difícil en zonas geográficas pobres en yodo, lo que hace necesaria la yodación de la sal como medida preventiva.

Los niños pequeños y las mujeres embarazadas son los grupos más vulnerables. De hecho, los trastornos por déficit de yodo son una de las principales causas evitables de daño cerebral en la infancia a nivel mundial.

Frente a los riesgos y las consecuencias del déficit de yodo, la solución adoptada por muchos países ha sido simple y efectiva: añadir yodo a la sal de consumo doméstico. Esta estrategia ha sido considerada una de las intervenciones de salud pública más exitosas del siglo XX, al reducir significativamente la incidencia de bocio y otras enfermedades asociadas.

Así, la próxima vez que veas “sal yodada” en tu cocina, recuerda que se trata de mucho más que un simple condimento: es una fuente de salud indispensable para el bienestar de millones de personas.

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