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“Clamor” por Teresita Ávila

EL ASESINO DEL PLANETA

Alguien podría ser este asesino. Tal vez se halla ahora soñando con el desenlace grandioso que satisfaría un instinto muy radical desde la entraña de la más ilustre de las bestias,

Esa bestia que algunas veces consigue trepar hasta un nivel humano. El Sumo Desposorio podría consumarse; instinto de muerte con apocalipsis – ¡Te quiero, te destruyo, mi Planeta!

Nuestro asesino no es, por supuesto, el Demonio encarnado ni el Mal en persona. Mediocre, eso sí. Y vulgar como todo el mundo a sus horas de televisión, de pornografía. ¿Cruel?

Cruel en potencia acaso. Bien vestido. Un señor. Y técnico. Un técnico subalterno con deberes en despachos, en edificios oficiales.

Así, amasado con abstracciones, nutrido de papel y de número, sujeto dócilmente a la ficción sin imaginación, sordo a la ironía, el hombre se hunde en irrealidad, en su irrealidad.

Un vacío. Y de pronto, al borde de ese vacío, el poder. Conclusión: ¡si el poder invadiera ese vacío, si el vacío se fundiese con el poder! La mano del mediocre sobre la Manivela.

El poder, mucho más fuerte que los más potentes, juega a la utopía, a la cruzada, alumbra antorchas entre pirámides de negocios. ¿Y si los Átomos desencadenaran su científico furor?

Nunca faltan pretextos. Un avión derribado, una frontera violada, el honor de… ¿el honor? El honor del país. ¡Oh libertad, oh comunidad! Todos cierran los ojos. Y la catástrofe.

Suicidio planetario, pureza del no ser. O por odio. Y como experimento. Los hombres han convertido un acto siempre toda sobrehumana o inhumana posibilidad: una especie de destino.

Las bombas están ahí y aguardan su plenitud. Los medios pesan más que los fines. Y tú, mediocre asesino en potencia máxima, ¿vencerás a todos nuestros dioses juntos?

Jorge Guillén, Clamor ‘A la altura de las circunstancias’.
Clamor. Imagen Gulf News

«Resuenan en toda Alemania los cláxones de miles de tractores que han tomado las carreteras e invadido las principales ciudades»

Dan ganas de proferir un grito de socorro, de vaciar los pulmones en una queja constante y doliente. Pero más ganas debería dar oponerse a voces a tanta sinrazón corregida y aumentada cada semana de nuestro (sin)vivir. Tal vez las bombas se queden en los silos que las albergan y los tambores de guerra acallen sus rumores. Los ciudadanos suecos han comenzado el año con el sobresalto de verse enredados en una hipotética inminente guerra. También se ha sumado a la fiesta el tirano genocida de Corea del Norte que amenaza con aniquilar a EE.UU. y Corea del Sur. El año, pues, ha comenzado sin asomo de esperanza, injertando en los pobres corazones sentimientos de ansiedad y desazón. ¿Acaso no tenemos remedio?

Dejemos aparcadas las teorías y vengamos a la realidad inmediata que toca. Resuenan en toda Alemania los cláxones de miles de tractores que han tomado las carreteras e invadido las principales ciudades, Berlín, Múnich, Érfurt. Sabedores de la dura batalla que se avecina, y que dirigirá sin contemplaciones hacia ellos las críticas más feroces, los agricultores alemanes han proclamado «Se acabó la paciencia». «Sin nosotros no hay alimentos». Lo que está sucediendo hoy no es ninguna idea original sobrevenida, como tampoco lo es el silencio mediático, sobre todo el televisivo. En Holanda ya se hizo una exhibición de fuerza en el verano de 2022, según fue informado en aquella ocasión: Agricultores de Países Bajos bloquean varias carreteras por la nueva ley de emisión de nitrógenoFuerte rechazo en Holanda a reducir el nitrógeno como abono). También El Confidencial, desde la línea inaugural de su artículo que rezaba «Sin granjeros, no hay comida», puso énfasis en el asunto: Los tractores contra el clima: la batalla contra el nitrógeno se come el ganado. Así, y tal como lo leímos entonces, el quid de la cuestión reflejada en todo lo mencionado se centraba en la responsabilidad medioambiental que supone un riesgo para la naturaleza, causando daños permanentes por la acumulación de los elementos que se precipitan y no desaparecen. Las protestas actuales tienen una dimensión distinta que pone el acento en lo económico. Según informaba en diciembre del pasado año euronews.com, Una sentencia del Tribunal Constitucional alemán en noviembre obligó al Gobierno a reformular los presupuestos del 2024 y a recortar 17.000 millones de euros para evitar incurrir en más deuda. Y el mismo medio publicaba recientemente que los recortes eran estrictamente necesarios después de que el más alto tribunal alemán anulara una decisión anterior de reasignar 60.000 millones de euros destinados inicialmente a amortiguar las consecuencias de la pandemia del COVID-19 a medidas para ayudar a combatir elcambio climático y modernizar el país.

Ahora bien, ¿a quién creen que sitúan en el punto de mira de la culpabilidad? Han acertado de lleno: a la derecha. Enseguida han aflorado las acusaciones de que los movimientos de protesta están siendo parasitados por los intereses de partidos radicales y de extrema derecha. Asimilados a los chalecos amarillos franceses —que también protestaron por las subidas al diésel—, al igual que aquellos pusieron contra las cuerdas al gobierno de Macron lo hacen hoy estos, debilitando el liderazgo del canciller Olaf Scholz, cuya popularidad ha caído en picado [1]. De hecho, el auge experimentado por AdF (Alternativa para Alemania) —que ha manifestado reiteradamente sus críticas al euro y se posiciona contra las políticas de desindustrialización y la inmigración descontrolada— saca de quicio a la práctica totalidad de la prensa [2]. Las palabras de la eurodiputada Christine Anderson, respaldando la protesta de los agricultores contra la destrucción de sus medios de vida son las siguientes: «El pueblo ha comprendido que, como en la Edad Media, está siendo exprimido y llevado a la ruina por una elite política negativa e irresponsable (…) Espero con ansias la protesta pacífica y democrática contra nuestro gobierno autoritario que destruye la riqueza y su falsa oposición (CDU)». (El Confidencial)

Sabedores de la importancia del voto rural para ganar elecciones, desde el poder no dudan en hacer todo lo posible por persuadir a las asociaciones sobre la inconveniencia de establecer alianzas con partidos sobre los que vierten graves acusaciones. Ejemplo de ello son las declaraciones siguientes publicadas en DW.com, Protesta de agricultores afecta al transporte en Alemania:

El vicecanciller alemán, Robert Habeck, advirtió que las protestas de los agricultores están siendo instrumentalizadas por fuerzas extremistas y pidió que se proteja la democracia. Habeck, que también es ministro de Economía, dijo en un vídeo difundido por su Ministerio en las redes sociales el lunes: «Circulan llamamientos con fantasías de golpe. Se están formando grupos extremistas, se muestran abiertamente símbolos nacionalistas».

A la vista está que —ante la ineficacia de las medidas políticas que han llevado a un progresivo deterioro de las economías y la convivencia— sacan a relucir indefectiblemente las acusaciones de riesgo para la democracia, la constitución y la ley [3].

En España, no se barrunta en el horizonte el menor conato de protesta. La plataforma SOS Rural —aludida en un artículo de mayo para La Paseata, «Las uvas de la ira»— de momento se ha limitado a preguntar a través de la plataforma X, antes Twitter, si los agricultores españoles deben salir a la calle o no:

https://x.com/SOS_Rural/status/1744668362251157531?s=20

Sobre el terreno, la partida se juega a favor de la élite globalista que extrañamente está siendo amparada por la izquierda en la creencia de que serán atendidas sus reivindicaciones sobre ecología y decrecimiento ‘sostenible’. Pero la realidad es que, a la chita callandoEl Foro Económico Mundial lanza silenciosamente una iniciativa para comprar masivamente tierras en todo el mundo:

El Foro Económico Mundial ha lanzado una nueva iniciativa: Giving to Amplify Earth Action (GAEA). La iniciativa tiene como objetivo promover varias partes de la agenda del Gran Reinicio y darle a la élite más poder sobre la sociedad, según el autor Justin Haskins en el podcast Relatable en conversación con Allie Beth Stuckey.

 

 

Quieren recaudar 3 billones de dólares* al año [*Un billón americano son mil millones]. Para ello, GAEA ha firmado acuerdos con 45 organizaciones, entre ellas Bezos Earth Fund de Jeff Bezos, Open Society Foundations (OSF) de George Soros, la Fundación Rockefeller y la Fundación de las Naciones Unidas.

El conocido ‘filántropo’ e inversor Bill Gates se ha convertido en uno de los mayores propietarios de tierra cultivable, en concreto unos 268.984 acres de tierra altamente productiva divididas en un total de 19 estados. Está claro que astuto Bill donde pone el ojo pone la bala. Y no es el único, puesto que en España Los fondos son los nuevos terratenientes del campo español. Mientras la masa es seducida por una, cada vez más absurda y vacua, sociedad de consumo, los que de verdad saben ensanchan sus ‘horizontes de grandeza’ mediante la adquisición de bienes raíces. Desde luego, deberíamos estar atentos a sus movimientos y, al menos, ser más sensibles a lo que pudiera acontecer en un futuro próximo. ¿No sería una hermosa idea reivindicar lo propio, lo nuestro, tal y como logró hacer India en su Marcha de la sal?…

Por ello, e igual que hace unos meses citaba (me refiero a «Las uvas de la ira»), regreso de nuevo a Delibes ahora quien, en Un año de mi vida —una obra poliédrica en donde caben todo tipo de reflexiones—, atina con sus habituales visión y acierto con las siguientes palabras:

José Varela Ortega, nieto de Ortega y Gasset, lleva años investigando en la hemeroteca del periódico para su tesis «Política cerealista durante la Regencia». Piensa doctorarse en Oxford. Aparte la colección, ha revuelto cincuenta archivos y recorrido otros tantos pueblos. Hoy, charlando con él sobre el pasado y presente del campesinado castellano, me ha dicho: «Apresúrate a escribir tus novelas; la Castilla rural desaparece». Y es cierto. Y las razones no son exclusivamente económicas. Existe un desdén, una desafección creciente por el campo a todos los niveles. Hay muchos que escapan de él a conciencia de que en la ciudad van a pasarlo peor. La televisión —sin enseñarles nada a cambio, simplemente encandilándoles con las oportunidades de la sociedad de consumo— está destruyendo su personalidad —tan viva hace apenas diez años—, su talante, su orgullo y hasta su idioma. Esto encaja, creo yo, dentro de la deshumanización general que nos envuelve. Las cosas despiertan nuestra codicia hasta tal extremo que incluso nos llevan a renegar de valores permanentes como la Naturaleza. No acertamos a dignificar la vida en los pueblos, conservando vivo en amor a la tierra. No acertamos o, a lo peor, ni siquiera lo hemos intentado.

NOTAS___________

[1] Olaf Scholz es ya el canciller menos popular en su país de las últimas décadas. Su partido, los socialdemócratas, aglutinaría el 14% de los votos si se celebrasen elecciones hoy. En medio del ecuador del mandato que lidera junto a Verdes y Liberales, la gestión del Ejecutivo no aprueba. Solo el 17% de los ciudadanos está satisfecho con ella, según recoge el último sondeo difundido por la cadena ARD en diciembre. La extrema derecha es la fuerza que ha canalizado este descontento social. AfD ha pasado en poco más de seis años de ser un paria a ocupar sus primeros escaños en el Bundestag y sus primeros mandatos en alcaldías y länder. Todas las encuestas la sitúan como la segunda fuerza en intención de voto. (El Confidencial: El problema más francés de Alemania: tractores bloquean carreteras en protestas masivas)

[2] France24.comAlemania: los agricultores bloquean carreteras para protestar contra los recortes de subvenciones

https://www.france24.com/es/europa/20240108-alemania-los-agricultores-bloquean-carreteras-para-protestar-contra-los-recortes-de-subvenciones

[3] «Cada vez está más claro que algo ha empezado a fallar en los últimos años y que está limitando la protesta democrática legítima y la libertad de expresión», añadió. El jueves pasado, manifestantes enojados impidieron a Habeck abandonar un ferry en la costa del Mar del Norte. «Defendemos la democracia, la Constitución y la ley», subrayó el presidente de la asociación de agricultores ante las advertencias de que grupos de extrema derecha podrían infiltrarse en las protestas. «No veo ningún peligro de que nuestra asociación sea infiltrada», zanjó Rukwied. (DW.com)

FUENTE: «Clamor». Por Teresita Ávila – La Paseata

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