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¿Tu jefe tiene procrastinación ejecutiva? Cuando liderar también es postergar

No es falta de disciplina ni de visión: líderes altamente capacitados también caen en la postergación. La neurociencia explica por qué ocurre, cómo afecta al liderazgo y qué herramientas permiten romper este ciclo silencioso.

Un alto ejecutivo de una multinacional confesó: “Tengo metas ambiciosas, un equipo de alto desempeño… pero llevo semanas evitando una decisión clave. No entiendo por qué no arranco”. La frase resume un fenómeno más común de lo que parece en las altas esferas corporativas: la procrastinación ejecutiva.

Contrario a lo que se suele pensar, la postergación no desaparece con la experiencia, la jerarquía o el éxito. Solo cambia de forma y se camufla bajo disfraces sofisticados: análisis interminables, rutinas y perfeccionismo estratégico o urgencias que desvían la atención de lo realmente importante. Pero, en el fondo, el mecanismo emocional es el mismo: evitamos lo que más impacto puede generar… porque también es lo que más nos desafía.

La procrastinación no es pereza, es un mecanismo de defensa

Durante años se interpretó la procrastinación como una señal de flojera o mala gestión del tiempo. Sin embargo, hoy la neurociencia ofrece otra mirada: es una respuesta emocional, no una falta de carácter.

Cuando una tarea activa sensaciones como el miedo al fracaso, la inseguridad o la ansiedad, el cerebro reacciona a través de la amígdala —el centro de alarma emocional—, que inhibe el acceso a la corteza prefrontal, donde se toman las decisiones racionales. Así, postergar se convierte en una estrategia inconsciente para evitar el malestar emocional, más que para ganar tiempo.

Y esto aplica con especial intensidad en el liderazgo. Los líderes no procrastinan tareas simples, sino decisiones clave: conversaciones incómodas, lanzamientos estratégicos, redefiniciones organizacionales. Es una postergación silenciosa pero costosa, que va minando la coherencia, la confianza y la dirección de todo un equipo.

Los efectos invisibles de no decidir

Postergar tiene consecuencias más profundas de lo que parece. Estudios han demostrado que la procrastinación prolongada eleva el cortisol, afecta la calidad del sueño y debilita la autoestima. Pero en el liderazgo, el costo es doble: personal y colectivo.

Cuando un líder no actúa, su autoridad se resiente. La coherencia entre lo que se dice y lo que se hace se erosiona, y la energía del equipo se dispersa. Como resultado, la organización se estanca, no por falta de estrategia, sino por falta de decisiones concretas.

Además, el cerebro paga un precio: cada decisión no tomada debilita el sistema de recompensa, alimentando un ciclo donde actuar se vuelve cada vez más difícil. En otras palabras: procrastinar no relaja, desgasta.

Cómo romper el ciclo: 3 técnicas respaldadas por la ciencia

Superar la procrastinación ejecutiva no requiere fuerza de voluntad heroica, sino estrategias que reprogramen la respuesta emocional del cerebro. Aquí tres herramientas efectivas:

La regla de los 5 segundos

Propuesta por Mel Robbins, esta técnica consiste en interrumpir el impulso de evitar contando regresivamente 5-4-3-2-1 y actuando de inmediato. Al hacerlo, se activa la corteza prefrontal antes de que la amígdala tome el control, permitiendo iniciar una acción racional.

La mínima acción viable

Consiste en reducir la tarea al paso más pequeño y fácil posible: abrir un archivo, hacer una llamada, redactar una línea. Esto reduce la resistencia inicial y activa la dopamina, generando inercia positiva.

Visualización del “yo futuro”

Visualizar con detalle cómo se sentirá haber completado la tarea fortalece el vínculo entre presente y resultado deseado. Esta técnica de “integración temporal” activa el sistema de recompensa a largo plazo, haciendo más fácil tomar decisiones alineadas con el propósito.

La procrastinación ejecutiva no es señal de debilidad, sino un síntoma de que el liderazgo implica, muchas veces, atravesar lo incómodo sin garantías inmediatas. Y frente a ese desafío, lo más poderoso no es la motivación, sino la consciencia.

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