En Chile estamos viviendo una transformación cultural profunda, silenciosa y peligrosamente acelerada. No se trata solo del aumento del crimen organizado o de la violencia armada en nuestras ciudades. Tampoco es únicamente la llegada de bandas extranjeras o el debilitamiento de nuestras instituciones.
Lo que está ocurriendo va más allá de lo policial: es un fenómeno cultural, un cambio de símbolos, de aspiraciones y de referentes.
Un proceso que, si no lo enfrentamos ahora, terminará por alterar para siempre nuestra convivencia y nuestra identidad.
Me refiero al blanqueamiento de la cultura narco.
La normalización del delito como parte del paisaje cultural
Ya no es extraño ver a artistas urbanos posar con fajos de billetes, joyas, pistolas o drogas. Tampoco sorprende que matinales, noticieros y programas de entretenimiento utilicen lenguaje delictual como si fuese parte natural del vocabulario chileno. Las redes sociales amplifican estas imágenes y las convierten en estética, en estilo y en aspiración.
Lo más inquietante es que esto ocurre mientras una parte importante de la sociedad —y especialmente de la clase política— mira hacia otro lado. Incluso peor: a veces, la política se acomoda a esta estética cuando le conviene electoralmente.
El caso de Pablo Chill-e en el Festival de Viña del Mar 2026 y la posterior polémica con el nombramiento fallido de un cantante con historial violento por parte de Jeannette Jara muestran que la narcocultura dejó de ser un fenómeno marginal. Hoy, incluso se le abre espacio en eventos culturales y decisiones públicas, como si fuera parte legítima del ecosistema artístico nacional.
¿Cómo llegamos a esto?
Hay tres elementos que explican este avance:
1. Psicología individual: la fantasía del éxito rápido
Muchos jóvenes ven en estos referentes una salida emocional a la frustración. La estética del narco ofrece:
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Dinero inmediato
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Rebeldía frente al sistema
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Libertad sin límites
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Identidad y pertenencia
Es un espejismo atractivo para quienes se sienten sin oportunidades reales.
2. Psicología de masas: la búsqueda de tribu
El narco construye comunidad donde el Estado no llega.
Shishigang o colectivos similares funcionan como tribus emocionales que ofrecen lo que las instituciones dejaron de entregar: protección, reconocimiento, lealtad y sentido.
Es un reemplazo cultural disfrazado de movimiento urbano.
3. Filosofía social: la inversión de valores
Cuando la sociedad premia la transgresión y ridiculiza el mérito, ocurre lo que Nietzsche describía como “inversión moral”: los héroes pasan a ser quienes rompen las reglas, no quienes construyen.
Eso es exactamente lo que está pasando.
La cultura del esfuerzo queda relegada mientras se celebra la irreverencia sin consecuencias.
Los ejemplos internacionales hablan claro
Chile no es el primero en recorrer este camino. Y la experiencia comparada es brutal:
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México: los corridos tumbados normalizaron el narco hasta convertirlo en identidad juvenil.
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Colombia: la estética de Pablo Escobar creó una narrativa heroica que tardó décadas en desarmarse.
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Ecuador: la glorificación musical y visual del crimen abrió la puerta para que las bandas capturaran territorios enteros.
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Italia: la Camorra infiltró la música popular napolitana y generó décadas de control cultural y social.
La historia es clara:
cuando la cultura valida al narco, el Estado pierde el control.
Chile aún está a tiempo… pero por poco
El avance de la narcocultura en nuestro país es reciente, pero rápido. Estamos entrando en la etapa en que el delito deja de ser solo crimen y comienza a ser estilo de vida.
Y si esta etapa se consolida, el daño social será irreversible.
¿Qué hacer? Una hoja de ruta para recuperar nuestra cultura
Si queremos frenar al crimen organizado, no basta con policías.
Se necesita una estrategia cultural profunda:
1. Devolver prestigio al mérito y al trabajo
La cultura compite con cultura. Hay que empujar narrativas que valoricen:
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Educación
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Esfuerzo
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Emprendimiento
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Arte
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Deporte
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Disciplina
Debemos volver a poner de moda lo que sí construye país.
2. Reformar la educación emocional de los jóvenes
No basta con enseñar contenidos.
Hay que enseñar:
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Gestión de frustración
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Pensamiento crítico
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Resiliencia
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Propósito de vida
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Sentido de comunidad positivo
Si no formamos carácter, el narco lo hará por nosotros.
3. Que los medios dejen de normalizar la violencia
Necesitamos responsabilidad editorial real:
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Nada de glamur narco
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Nada de romanticismo del delito
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Nada de celebridades con prontuario como referentes
La cultura no puede ser cómplice.
4. Tolerancia cero en la política
Los partidos deben cortarlo de raíz:
ningún político, autoridad o institución puede validar, financiar o legitimizar a figuras vinculadas al crimen.
Ni directa ni indirectamente.
5. Inteligencia policial real contra las redes financieras del narco
Chile necesita intervenir:
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puertos,
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aduanas,
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municipalidades cooptadas,
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y redes de lavado de activos.
Si no se destruye la estructura económica del narco, la cultura seguirá viva.
La batalla que definirá el futuro de Chile
La lucha contra la narcocultura es más decisiva que la lucha policial contra el narcotráfico.
Porque las policías pueden desarmar un cartel,
pero solo la cultura puede desarmar el deseo de convertirse en uno.
Esta es la verdadera batalla por el alma de Chile.
Y ganarla es responsabilidad de todos:
de las familias, de las comunidades, de los medios, de la política y del Estado.
La cultura narco no es invencible.
Es solo una narrativa.
Y las narrativas se derrotan con otras mejores.
La pregunta es:
¿Estamos dispuestos a construir esa alternativa?
Vea el capítulo completo en https://www.youtube.com/live/Lb7ft2gbp58